La creación de una institución tan compleja como lo es el Estado no surge en un par de años, sino que es el resultado de las necesidades y la evolución de la sociedad humana.
El Estado es un poder político y un complejo institucional organizado sobre un territorio determinado, en el que es capaz de ejercer con una eficacia razonable el monopolio de la legislación y del uso público de la fuerza sobre la sociedad o las personas bajo su jurisdicción. El Estado hace que la sociedad mantenga un orden para poder convivir entre las personas que la integran.
Para estudiar el proceso de creación del Estado Moderno debemos tener presente que hay de tradicional, de heredado, y lo que hay de novedoso, lo que supone un cambio.
FORMACIÓN DE LOS ESTADOS EUROPEOS
Todas esas características, las que integran un concepto mínimo pero suficiente de Estado, estás presentes en varias civilizaciones de la Antigüedad como es la de Egipto, las civilizaciones del Creciente Fértil, la República y el Imperio romano.
La historia que tiene el origen del Estado es demasiado y podemos empezar con algo de la época medieval en el Occidente: los feudos. Cuando los feudos existían la forma de gobierno era el reino los cuáles no eran una unidad de poder. El feudal se representaba a sí mismo, no ejerce su poder a las órdenes y bajo el control genérico del rey. Esto nos puede decir que existe autoridad del rey pero el Señor feudal tomaba las decisiones en su feudo, así empieza a existir un poco de libertad para los de una posición económica alta o servidores del rey.
A los finales del siglo XI comienzan a proliferar organismos de representación estamental: Costes, Parlamentos; Estados Generales, Dietas… en los que el rey se reúne con los burgueses de las ciudades, el alto clero y la nobleza para tomar decisiones que mejoran la situación de los gobernados. Se llega así al sistema de pactos entre el rey y las ciudades, el pactismo medieval: las ciudades aceptan votar tributos a cambio de privilegios pero después el rey en lugar de imponer tributos, los negocia. Los negocia con los representantes de las ciudades a los que convoca a las Asambleas Estatamentales que comienzan a darle unidad al reino y a otorgarles participación a los ciudadanos en las decisiones que toma el rey.
Lo que da fuerza a la consolidación de los reinos, para que sean espacios políticos que se van integrando poco a poco bajo una autoridad cada vez más sólida, es el fracaso de dos grandes poderes de la Edad Media europea: el Papado y el Imperio.
Como apuntaban ya las Cortes, la tendencia a gobernar con las sociedad, una sociedad de nobles y de comerciantes, va a irse acentuándose y a generar un nuevo tipo de autoridad real despóticamente débil pero infraestructuralmente fuerte. Al paso del tiempo estos reinos de la Edad Moderna de convertirán en los Estados-nación.
Después los reinos del Renacimiento: Francia, España e Inglaterra, van creando una nueva estructura institucional al servicio, fundamentalmente, de la guerra. El rey está a la cabeza por lo que se crea un carácter patrimonial que está presente en el absolutismo francés con el lema de Luis XIV con su frase “El Estado soy yo”, ya en el siglo XVII, ser irá posteriormente diluyendo y tomando un carácter más público hasta hacerse claramente nacional. El ejército es la primera necesidad del monarca europeo durante este periodo. La guerra devora la casi totalidad de los ingresos del rey. Al servicio de estas necesidades fiscales surge todo un cuerpo de auditores, recaudadores que se expandirán por todo el reino para intentar saciar, de forma ordenada y relajada, la valoración de dinero de la máquina militar.
Al mismo tiempo, la complejidad de los asuntos a tratar y resolver por el rey, en continuo aumento, da origen a la creación de órganos asesores y ejecutivos cada vez más especializados. Con el Estado moderno nace la burocracia moderna, el gobierno de las peticiones, los documentos y los tinteros, con sus Consejos, Audiencias y Cancillerías.
La sed de dinero del Estado acelerará a menudo el proceso, a través de la progresiva venalidad de cargos administrativos y títulos nobiliarios.
La autonomía política de las ciudades y la importancia de las asambleas de representación estatamental se ha debilitado, con la importante excepción de Inglaterra, llegando en muchos casos hasta la atrofia total. El rey legitima su gobierno apelando a la voluntad de Dios, no postulándose como cabeza de la nobleza o como señor más poderoso. Ya no quedarían huellas feudales en la justificación de su autoridad. En los dos siguientes siglos estará esta tendencia. El monarca absoluto patrimonializa y personifica la autoridad política al máximo. En él reside la soberanía.
TEORÍA POLÍTICA DEL ESTADO MODERNO
La teoría sobre el poder en los siglos XVI y XVII es muy rica y muy representativa de las corrientes de pensamiento del momento, aparece un embrionario sistema de Estados. Los monarcas europeos de los estos siglos tratarás de presentarse ante su reino como fuente suprema del poder político, que no reconoce superior.
A finales del siglo XVI, el francés Juan Bodino en sus Seis Libros de la República define a la soberanía como el poder absoluto y perpetuo de la República. La soberanía en estado puro sólo puede darse en la monarquía, porque Bodino aclara que en un poder, para ser absoluto, debe ser también indivisible.
Existe una preocupación típica de la teoría política de la época: la de si, por el hecho de ser absoluto y efectivo, el poder del soberano es legítimo y si, caso de que no lo sea, puede o no ser legítimamente desobedecido o combinado por sus súbditos.
Un autor importante es Maquiavelo el que pretende hacer del estudio de la política algo útil y realista que se convirtieron en las bases modernas de la ciencia política. El éxito en la política es para Maquiavelo el éxito en el uso del poder. Considera al Estado como una estructura orgánica gobernada por sus propias normas de funcionamiento y que se justifica por su éxito. Así, el Estado tiene su propia razón, la razón del Estado. El estado se justifica por sus éxitos, y el gobernante será juzgado con ese criterio por sus súbditos, por lo que los medios morales o no que se use para ello le serán excusados. La religión, no es un enemigo para Maquiavelo, sino que la integra como uno de los elementos a tener en cuenta en el gobierno y que puede ser manejado con la habilidad por el gobernante para lograr obediencia.
Maquiavelo destaca otro rasgo de modernidad, la importancia del pueblo en el gobierno de los Estados. La popularidad es uno de los mejores aliados del príncipe.
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